sábado, 30 de enero de 2021

ESTANFLACIÓN, una enfermedad curable

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Afirmar que nuestra economía se encuentra sumergida en una profunda “estanflación” no resulta ninguna novedad. Pero no deja de sorprender que sigamos sumergidos en este proceso por tanto tiempo y que no existan indicios de que pronto podríamos salir del fango en el que nos encontramos empantanados. Cuando los economistas hablamos de estanflación, nos estamos refiriendo a un fenómeno que combina inflación persistente con estancamiento económico. Al decir esto, huelga mencionar que otras variables asociadas también muestran un deterioro, a saber: desempleo, pobreza, desigualdad, desinversión, etc.

En el gráfico de abajo, gracias a la genialidad de www.tradingeconomics.com puedo mostrarles gráficamente que en los últimos 10 años el producto bruto argentino solo ha tenido cuatro años de crecimiento positivo, pero si lo medimos de punta a punta, el PBI ha caído profundamente, es decir, nuestra economía es más chica que hace una década: la torta se achicó y los comensales somos, sin dudas, muchos más. Paralelamente, vemos que el índice de inflación anual es de dos dígitos durante todo el período, pero lo preocupante es que ha tenido picos enormes de crecimiento, llegando a más del 50% de variación interanual. Desde 2018, la economía no ha parado de achicarse y la inflación no ha detenido su alza. Toda una década de ESTANFLACIÓN, y desde 2018, una ESTANFLACIÓN en grado sumo.


La pregunta válida es ¿cómo podemos salir de esta situación sin generar aún más costos en términos de bienestar para nuestra población? Por mucho tiempo, los economistas hablaban de la famosa disyuntiva de corto plazo entre inflación y desempleo: si queríamos bajar la inflación, teníamos que soportar contracción económica; y si queríamos hacer crecer la economía, era válido soportar un poco de inflación. Afortunadamente, esta disyuntiva no es una ley inmutable, y la ciencia económica pudo elaborar puntos medios  gracias a teorías como la de las expectativas racionales. En otras palabras, se podría aplicar un plan de estabilización que converja a niveles de inflación más bajos y con crecimiento positivo de la actividad económica, ambos objetivos al mismo tiempo. PERO, para poder lograrlo se requiere un plan creíble y sustentable en el tiempo. Se requiere un buen diagnóstico inicial, establecer metas razonables y alcanzables, y disciplina por un buen plazo. Para ello, es preciso concertar políticas que se instrumenten más allá de un solo mandato presidencial. Es imperioso poner manos a la obra… ¿Por qué seguir esperando un milagro? Esto es, a grandes rasgos, lo que planteaba en un artículo publicado recientemente en el portal INFOBAE. Muchos me criticaron el hecho de no haber hecho referencia explícita a los pobres y al problema de la pobreza. Créanme: al hablar de inflación y de falta de confianza en la moneda, de la ausencia de inversiones de largo plazo, de la falta de un buen clima de negocios, no pienso específicamente en los ricos o en los sectores más pudientes de la sociedad: de alguna forma, ellos ya tienen sus problemas resueltos de antemano; pero sin aquellos presupuestos básicos la movilidad social está seriamente dañada. La pregunta que sigue latente es: ¿contaremos con la voluntad patriótica de concertar políticas estratégicas y de largo plazo? ¿Podremos retomar una senda de crecimiento sostenido en el tiempo y con desaceleración progresiva de la inflación? Son interrogantes abiertos que me gustaría que algún día comiencen a tener respuestas concretas. Un acuerdo patriótico y de alcance estratégico puede ser UTÓPICO o IDÍLICO. Pero es estrictamente necesario, y cada vez más urgente.


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